Parece el tipo de historia que alguien cuenta en una reu y suena a mentira: “Una vez hicieron un rave en la Gran Muralla China…” Pero no es un invento. En junio de 1998, sucedió una de las raves más atrevidas y surrealistas de la historia de la música electrónica.
Una fiesta secreta, sin permisos, sin patrocinadores, sin redes sociales. Solo vinilos, tornamesas, y una energía brutal que convirtió uno de los sitios más icónicos del mundo en una pista improvisada de techno.
¿Cómo rayos llegó el techno a un muro milenario?
Todo comenzó con un colectivo suizo que decidió llevar la cultura rave a lugares extremos. Para anunciar la fiesta, publicaron un flyer con una sola frase:
“Visible desde el espacio.”
Los asistentes no sabían a dónde iban exactamente. Solo sabían que era en China, que iba a ser algo grande, y que necesitarían caminar. Mucho. Después de varias horas de trayecto y caminos entre las montañas, llegaron a la sección de Simatai, una parte remota y majestuosa de la Gran Muralla China.
Ahí, a cielo abierto, sin más iluminación que la luna y algunos focos improvisados, comenzó una rave que nadie esperaba presenciar, y que hasta hoy se cuenta como una leyenda entre quienes estuvieron ahí.

600 personas, techno y cero autoridades
Aproximadamente 600 personas bailaron esa noche. DJs de Europa, artistas independientes, viajeros y fans que simplemente se dejaron llevar. No hubo redadas. No hubo caos. Solo beats retumbando en piedras que llevan siglos de historia.
Y aunque no hay registros oficiales del line-up, lo que quedó claro es que el espíritu rave —el verdadero— no necesita más que música, comunidad y libertad.
